LAS CATRINAS
Aura M. Romo
Como
todos los noviembres de Michoacán, particularmente los de Capula, el cielo
amenazaba con una fuerte lluvia torrencial. Faltaban dos días para el Día de
Muertos y Don Catarino, encerrado en su taller, con una taza de café de olla
humeante, rodeado de artesanías de barro sin secar, se tronaba los dedos con
desesperación.
-
¡Dios
mío! ¿Qué voy a hacer? Si sigue lloviendo, el barro no se secará… No vendrán
turistas, no tendré artesanías que vender… ¡no podré concursar en la Feria de
las Catrinas! ¡Y una vez más, perderé!
Don
Catarino Tamayo se levantó de su silla y encendió un cigarrillo de su cajetilla
de Delicados. Recordaba como si fuera ayer, hacía 36 años, cuando su vecino de
enfrente, su competidor, Juan Torres, había creado una catrina en barro. ¡Había
sido todo un acontecimiento! Sobre todo, considerando que el método clásico
para crear a una catrina era el de usar la técnica del papel maché. Catarino
recordaba cómo la prensa local, estatal y posteriormente nacional le había dado
fama a Juan como el precursor de la catrina de barro, lo que le reportó a su
vecino millones de pesos. Ahora él tenía un taller en Morelia, sólo se
presentaba en Capula la Noche de Muertos para participar en el Festival de las
Catrinas y, como siempre, se llevaba el primer lugar. Sus pensamientos se
vieron interrumpidos por los gritos de su mujer.
-
¡Catarino!
¿Estás fumando?
-
¡Sí!
¿Algún problema? ¡Mira! ¡El barro no se seca! ¡No tengo ni idea de qué catrina
diseñaré para por fin poder ganarle en el festival a Juan, tengo encima de mí
una presión de los mil demonios y resulta que a ti te molesta que me esté
fumando un cigarro! ¡Déjame en paz!
-
Papá…
- dijo Adrián, el más considerado de sus hijos. – Deberías dejar de competir
contra Juan… Para mí tú eres el mejor alfarero de Capula… Tus catrinas siempre
son las más bonitas…
-
¡Mientras
yo no gane el Festival de las Catrinas, no me consideraré el mejor! Y si sigue
lloviendo ¿cómo trabajaremos estos dos días? ¿Cómo tendré una catrina lista?
-
No
te preocupes… verás que Diosito nos ayudará y que lograremos tener la catrina
más bonita para el Festival… ahorita mismo estoy diseñando bocetos para los
vestidos… ¿qué quieres? ¿Una catrina flamenca, una mariachi, una rica?
-
Tú
sigue diseñando… yo me regreso al taller…
Catarino
encendió otro cigarrillo y entre la poca luz de su taller, buscó la primer
catrina que había hecho en su vida. Era una catrina con un vestido verde lima,
tacones puntiagudos y sombrero con flores amarillas. Medía más de 1.20 metros y
había quedado en segundo lugar, tan sólo una décima abajo en puntuación con la
presentada por Juan Torres. Lucía regia, soberbia, engalanada y preciosa. Y
Catarino, como si fuese una persona, se sentó delante de ella y comenzó a
hablarle.
-
Catrinita…
mi catrinita verde… ya estoy viejo… ¡cómo han pasado los años! Mis manos ya me
duelen… pero sigo haciéndote compañeras… pero ninguna me ha salido tan bonita
como tú… Mi esposa no comprende el amor que siento por mi artesanía. Mis hijos,
excepto Adrián, no saben lo que representa crear una catrina como tú, desde
diseñar sus vestidos y sus joyas para verla terminada como ahora tú estás
frente a mí… mi catrinita verde…
Pasaron
las horas. Las nubes y la lluvia se fueron hacia otra parte y Catarino se sumió
en un sueño pesado y vívido. Se soñó joven y que ahora era él quien ganaba el
Festival de las Catrinas y que todos lo aplaudían a rabiar mientras el pueblo
coreaba su nombre. “¡Catarino! ¡Catarino!” Y súbitamente, una mano fría lo
despertó.
-
Despierta
Catarino…
-
¿Qué?
– el viejecito, modorro, abrió los ojos y se quedó helado al ver que su catrina
verde era quien lo había despertado.
-
No
temas… No estás soñando. He escuchado tu deseo. Y te lo voy a conceder. Tienes
exactamente dos días para diseñar con tu hijo Adrián la más hermosa catrina que
puedas. Más hermosa que yo.
-
¡Pero
si tú eres mi obra maestra! – Catarino no tenía miedo. Era fascinación lo que
sentía.
-
No,
Catarino… Soy la Catrina. Y he venido por ti. Pero me ha conmovido que me
hablaras tan sinceramente. Por eso te daré dos días. Sé que puedes hacerlo. Has
vivido tu vida entre catrinas, Catarino… pues bien. Haz que la última valga la
pena…
Y
diciendo esto, la catrina verde se volvió a quedar inmóvil. El viejo comprendió
y rezando un Padre Nuestro y un Ave María, se encomendó a Dios y se puso a
trabajar.
La
mañana siguiente, Adrián se dirigió al taller donde, encontró a Catarino como
un loco, haciendo huesos, armando el esqueleto de una imponente catrina de dos
metros y modelando la calavera que serviría de rostro.
-
¡M´hijo!¡Sólo
contamos con día y medio para el Festival! ¡A ver, enséñame los bocetos que
hiciste!
Adrián
se quedó estático. Aquella catrina iba a ser impresionante. Pero de pronto
recobró la compostura y sacó sus diseños.
-
Mira
papá… hice esta catrina vestida de dama del porfiriato… esta otra es una
catrina clásica pero con colores más innovadores…
-
¡No,
no, no! ¡Estas ideas ya se han presentado! – Catarino movía la cabeza de un
lado para otro. – Quiero algo soberbio, digno de la altura de esta catrinita…
-
Catrinota,
querrás decir… - apuntó Adrián con un dejo de ironía.
-
Esta
será la buena… la que le gane a Juan Torres y me consagre como artesano… Tendrá
que ser etérea, hermosa, con porte, inocente al mismo tiempo…
-
Pareciera
que me estás describiendo a una novia y no a una catrina…
-
¡Eso
es! – los ojos de Catarino se desbordaron de entusiasmo y Adrián se extrañó. -
¡Qué gran idea! ¡Ya sé que le vas a diseñar a esta catrina! ¡Diséñale el
vestido de novia más bonito que jamás haya creado tu mente! ¡Como si le
estuvieras diseñando a tu futura esposa!
-
¿La
vamos a vestir de novia? – preguntó incrédulo Adrián.
-
¡Sí!
¡Será una gran sorpresa! ¡Lucirá radiante! ¡Y mi catrina, tan alta como
quedará, me tomará del brazo cuando yo gane el Festival!
Catarino
comenzó a tarararear “Si nos dejan”
de José Alfredo Jiménez mientras comenzaba a armar el cuerpo de la catrina para
que ya sólo quedara lista para ser vestida y ornamentada con el vestido de
barro. Adrián nunca había visto tan afanoso a su padre, pero sonrió contento de
poderle ayudar y en una hora, diseñó el más hermoso vestido de novia que
persona viva o catrina jamás hubieran usado.
Pasó
la hora de la comida, de la cena, la medianoche y Catarino y Adrián seguían
trabajando, cociendo las flores que llevaría el vestido, aportando nuevas
ideas, olvidándose de descansar. Pero llegó el momento en que a Adrián le
venció el sueño y la Catrina verde volvió a aparecer frente a Catarino.
-
¡Mi
catrinita verde! ¡Mira! ¿Qué opinas? ¿Crees que voy bien?
-
Muy
bien, Catarino. Pero hoy vine a visitarte porque tengo una pregunta para ti.
-
Dime
catrinita…
-
¿Qué
sentiste todos estos años al hacer tantas catrinas como yo?
-
¡Ay,
catrinita verde!... Si tú supieras… - Catarino se sentó, encendió un cigarro y
con toda la sinceridad del mundo, confesó. – A lo largo de mi vida, he perdido
los Festivales frente a Juan… pero cada vez que creo a una como tú y la visto
con los diseños de m’hijo, con esos colores alegres de México y queda
terminada, mi corazón rebosa alegría. Cuando viene un turista y me la compra y
la ve con cariño y sé que la tendrá de adorno en su casa o que la pondrá en un
altar para recordar a sus muertitos y que yo contribuyo a eso, sé que no puedo
tener mejor trabajo… Le doy alegría a los altares de los que ya se fueron,
colorido al mes de Noviembre y mi corazón se siente feliz…
La
catrina verde posó su mano sobre la de Catarino y sonrió.
-
Que
tengas suerte, Catarino… y no te apures… la promesa sigue hecha. Vendré por ti.
Al
día siguiente, entre Adrián y Catarino, trabajando sin descanso, terminaron la
catrina que habría de concursar en el Festival. Había quedado imponente y
bellísima. Su vestido de novia era preciosamente intrincado. Largo, con
muchísimas y pequeñitas flores de barro adheridas y una cola larga que
arrastraba. El escote era bajo pero coqueto, para que pudiera mostrar las
costillas y Adrián había logrado un efecto de encaje con el barro para el
frente del vestido. El tocado tenía muchas flores pegadas a un gracioso
sombrerito antiguo y Catarino no había podido resistir la tentación de ponerle
un velo de tul para darle más realismo a la hermosa “Catrina Novia”. Adrián se
esmeró en el maquillaje y en un suave rubor de novia inocente y los zapatos de
tiritas para que se pudiera apreciar el trabajo de los huesos del pie. Una “Catrina
Novia” de dos metros de altura que en todo Capula jamás se había visto.
Catarino y Adrián la miraron triunfantes.
-
Si
no ganas papá… de verdad creeré que el Festival está vendido… esta catrina es
lo más hermoso que has hecho… Supera por mucho a tu catrina verde…
-
Ya
veremos que dicen los jueces… - Catarino suspiró con alegría mientras en las
sombras, la catrina verde también lo hacía.
Al
fin, el dos de Noviembre llegó. Las calles estaban cubiertas por preciosos
altares de muertos, el olor de flores de cempaxúchitl embriagaba a los
turistas, las velas y cirios encendidos hacían que las calles parecieran
mágicas. Y en el fondo, donde se situaba el mercado de artesanías, donde se
exponían las catrinas que participarían en el evento, miles de personas se
peleaban para conseguir el mejor lugar para apreciar aquellas hermosas obras de
arte que honraban la representación de
la muerte.
-
¡Mira
nada más a quién tenemos aquí! – se acercó Juan Torres, el enemigo acérrimo de
don Catarino quien cubría a su catrina con una sábana y era custodiado por su
hijo Adrián. - ¿Por qué cubres a tu catrina? ¿Tienes miedo de que yo la vea
antes que el jurado y te diga que de nueva cuenta te voy a ganar?
-
¡Para
nada! ¡La cubro porque quiero que sea una sorpresa! – respondió Catarino con
orgullo.
-
¡Papá!
Ahí viene el jurado… - se acercó Adrián.
El
jurado calificador hizo acto de presencia y comenzó a recorrer el camino para
admirar las diferentes catrinas que se presentaban esa noche. Juan estaba
completamente tranquilo y Catarino se tronó los dedos. Pensó en su catrina
verde y cuando el jurado llegó a admirar la “Catrina Tarasca” de Juan Torres,
los murmullos de admiración no se hicieron esperar.
-
No
cabe duda que es el maestro de las catrinas…
-
Deberíamos
ya de emitir el voto ganador…
-
Falta
una… - dijo una voz. – Hay que verlas todas.
Catarino
y Adrián se dirigieron a sus puestos. El jurado se acercó a la figura inmensa
cubierta por la sábana. Catarino se encomendó a Dios, a su catrina verde y tiró
de la sábana. Y entonces el jurado, Juan Torres, turistas y todo el pueblo,
hicieron una exclamación de asombro. Aquella catrina vestida de novia era la
cosa más preciosa e increíble que jamás hubieran visto. En tantos años, nunca
habían visto a una catrina vestida de novia, a una tan grande y hecha con tanto
detalle y esmero. Raquel y los demás hijos de Catarino también estaban
asombrados. Los flashes de las cámaras no se hicieron esperar. El jurado no
podía dejar de admirar a aquella extraordinaria catrina.
-
¡Maravillosa!¡Única!¡Espléndida!
-
¡Es
la catrina más original que jamás haya visto!
Catarino
comenzó a llorar de emoción. Juan Torres palideció. Y en ese momento, el jurado
se reunió y por decisión unánime, anunciaron.
-
¡Es
definitivo! ¡El ganador del Festival de Catrinas de este año es Catarino Tamayo
con su “Catrina Novia”!
Los
aplausos no se hicieron esperar. Adrián corrió a abrazar a su padre. Los
turistas aplaudían, chiflaban de puro gusto y Juan Torres no podía creer que
había sido derrotado por Catarino. Pero en ese momento, la catrina verde se le
apareció a Catarino entre los aplausos, las velas y las flores y le extendió la
mano.
-
¡Felicidades
Catarino! ¡Lo hiciste! ¡Lo lograste!
-
¡Mi
catrinita verde! ¡Mi musa!
-
¿Nos
vamos?
-
Si
nos dejan… entre todo este barullo…
La
catrina verde tomó la mano de Catarino mientras los mariachis que habían
asistido al festival comenzaban a tocar la canción que el creador de la
“Catrina Novia” tarareara mientras la creaba.
-
“Y ahí, juntitos
los dos, cerquita de Dios, será lo que soñamos… Si nos dejan, te llevo de la
mano corazón y ahí nos vamos…”
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